viernes, 10 de enero de 2014

EL ROSARIO NO ESTÁ EN LA BIBLIA... ES LA BIBLIA QUIEN ESTÁ EN EL SANTO ROSARIO...


EL AVE MARÍA, UNA ORACIÓN LLENA DE SAVIA Y SABIDURÍA BÍBLICA

Dios te Salve María,
Llena eres de Gracia
el Señor es contigo......................... Lc 1, 28

Bendita eres entre
las mujeres y
bendito el fruto de tu vientre
Jesús ............................................... Lc 1,42

Santa María ...................................... Lc 1,28.30.38.42; Ap 12,1
Madre de Dios ................................... Lc 1, 43
y madre nuestra ................................ Jn 19, 26-27
ruega por nosotros ............................ 1 Tim 2,1; Jn 2, 3-5; Ef 6,18; Ap 5,8
los pecadores..................................... 1 Juan 1,8
ahora y en la hora
de nuestra muerte ............................. Ef 6,18

EL ROSARIO ES EN ESENCIA, LA MEDITACIÓN DE LOS MISTERIOS DE LA VIDA DE CRISTO...

Los Misterios Gozosos

1- La Anunciación.
(Lucas 1, 30-32, 38)
“El ángel le dijo: No temas, María, porque has hallado gracia
delante de Dios, vas a concebir en el seno y vas a dar a luz un hijo,
a quien pondrás por nombre Jesús. El será grande y será llamado
Hijo del Altísimo (...). Dijo María: He aquí la esclava del Señor;
hágase en mí según tú palabra.” sobre la anunciación>>>

2- La Visitación (de María a su prima Santa Isabel).
(Lucas 1, 39-43)
“En aquellos días, se levanto María y se fue con prontitud a la
región montañosa, a una ciudad de Judá; entró en casa de Zacarías
y saludó a Isabel. Y sucedió que, en cuanto oyó Isabel el saludo
de María, saltó de gozo el niño en su seno, e Isabel quedó llena
del Espíritu Santo; y exclamando con gran voz, dijo: bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre; y ¿de donde a mí que la madre de mi Señor venga a visitarme?”

3- El Nacimiento de Jesús
(Lucas 2, 6-11)
“Y sucedió que, mientras ellos estaban allí se cumplieron los días
del alumbramiento, y dio a luz a su hijo primogénito, le envolvió en
pañales y le acostó en un pesebre, porque no tenían sitio en el
alojamiento. Había en la misma comarca algunos pastores (...) se les
presentó el Ángel del Señor, (...)y les dijo: no temáis, pues os anuncio una gran alegría, (...) os ha nacido (...) un salvador.”

4- La Presentación
(Lc 2, 22-25, 34-35)
“Llevaron a Jesús a Jerusalén para presentarle al Señor, como está
escrito en la Ley del Señor. (...) Y he aquí que había en Jerusalén un
hombre llamado Simeón que esperaba la consolación de Israel; y
estaba en él el Espíritu Santo. (...)Simeón les bendijo y dijo a María,
su madre: Éste está puesto para caída y elevación de muchos en Israel, y para ser señal de contradicción- ¡y a ti misma una espada te traspasará el alma!- a fin de que queden al descubierto las intenciones de muchos corazones.”

5- El Niño Perdido y Hallado en el Templo
(Lc 2, 41-47)
“Sus padres iban todos los años a Jerusalén a la fiesta de la Pascua. (...) Subieron ellos como de costumbre a la fiesta y, al volverse, pasados los días, el niño Jesús se quedó en Jerusalén, sin saberlo sus padres(...). Se volvieron a Jerusalén en su busca(...). Al cabo de tres días, le encontraron en el templo sentado en medio de los maestros, escuchándoles y preguntándoles; todos los que le oían, estaban estupefactos por su inteligencia y sus respuestas.”

Los Misterios Luminosos

1- Su bautismo en el Jordán
(Mt 3, 13, 16-17)
“Entonces aparece Jesús, que viene de Galilea al Jordán donde Juan, para ser bautizado por él (...). Salió luego del agua; y en esto se abrieron los cielos y vio al Espíritu de Dios que bajaba en forma de paloma y venía sobre él. Y una voz que salía de los cielos decía: Este es mi Hijo amado, en quien yo me complazco.”

2- Su autorrevelación en las bodas del Caná
(Jn 2,1-5)
“Se celebraba una boda en Caná de Galilea y estaba allí la madre de Jesús. Fue invitado también a la boda Jesús con sus discípulos. Y, como faltara vino, porque se había acabado el vino de la boda, le dice a Jesús su madre: No tienen vino. Jesús le responde: ¿Qué tengo yo contigo, mujer? Todavía no ha llegado mi hora. Dice su madre a los sirvientes: Haced lo que él os diga.”

3- Su Anuncio del Reino de Dios, invitando a la conversión
(Mc 1, 15, 21; 2,3-11; Lc 7, 47-48)
“Marchó Jesús a Galilea; y proclamaba la Buena Nueva de Dios: El tiempo se ha cumplido y el Reino de Dios está cerca; convertíos y creed en la Buena Nueva (...). [Luego] llegan a Cafarnaúm (...) y le vienen a traer a un paralítico. (...) Al no poder presentárselo a causa de la multitud, abrieron el techo (...) y a través de la abertura que hicieron, descolgaron la camilla donde yacía el paralítico. Viendo Jesús la fe de ellos, dice al paralítico: Hijo, tus pecados te son perdonados (...), a ti te digo, levántate, toma tu camilla y vete a tu casa.” Por eso te digo que quedan perdonados sus muchos pecados, porque ha mostrado mucho amor. A quien poco se le perdona, poco amor muestra.» Y le dijo a ella: «Tus pecados quedan perdonados.» (Lc 7, 47-48)

4- Su Transfiguración
(Mt 17, 1-3, 5)
“Seis días después, toma Jesús consigo a Pedro, a Santiago y a su hermano Juan, y los lleva aparte, a un monte alto. Y se transfiguró delante de ellos: su rostro se puso brillante como el sol y sus vestidos se volvieron blancos como la luz. En esto, se les aparecieron Moisés y Elías que conversaban con él. (...) [Y] una nube luminosa los cubrió con su sombra y de la nube salía una voz que decía: Este es mi Hijo amado, en quien me complazco; escuchadle."

5- Institución de la Eucaristía, expresión sacramental del misterio pascual. (Jn, 13, 1; Mt 26, 26-29)
“Sabiendo Jesús, que había llegado su hora de pasar de este mundo al Padre, habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el extremo”. Y “mientras estaban comiendo, tomó Jesús pan y lo bendijo, lo partió y, dándoselo a sus discípulos, dijo: Tomad, comed, éste es mi cuerpo. Tomó luego una copa y, dadas las gracias, se la dio diciendo: bebed de ella todos, porque ésta es mi sangre de la Alianza, que es derramada por muchos para perdón de los pecados” .

Los Misterios Dolorosos

1- La Agonía en el Huerto
(Lc 22, 39-46)
“Va Jesús con ellos a una propiedad llamada Getsemaní, y dice a los discípulos: Sentaos aquí, mientras voy allá a orar. Y tomando consigo a Pedro y a los dos hijos de Zebedeo, comenzó a sentir tristeza y angustia. Y adelantándose un poco, cayó rostro en tierra,” y dijo: “Padre si quieres aparta de mí esta copa, pero no se haga mi voluntad sino la tuya. “Y sumido en agonía, insistía más en su oración. Su sudor se hizo como gotas espesas de sangre que caían en tierra” (Mt 26, 36-37; Lc 22, 41-44).

2- La Flagelación de Nuestro Señor Jesucristo
(Jn 18, 33, 19;1)
(Pilato) “volvió a salir donde los judíos y les dijo: Yo no encuentro ningún delito en él (...). ¿Queréis, pues, que os ponga en libertad al Rey de los judíos? Ellos volvieron a gritar diciendo: ¡A ése, no; a Barrabás! (...) Pilato entonces tomó a Jesús y mandó azotarle” .

3- La Coronación de Espinas
(Mt 27, 29-30)
Los soldados “trenzando una corona de espinas, se la pusieron sobre su cabeza, y en su mano derecha una caña; y doblando la rodilla delante de él, le hacían burla diciendo: ¡Salve, Rey de los judíos!; y después de escupirle, cogieron la caña y le golpeaban en la cabeza.”

4- Jesucristo, la cruz a cuestas y camino al Calvario.
(Mt, 27, 31; Jn 19, 17; Mc 15, 21)
“Cuando se hubieron burlado de él, le quitaron el manto, le pusieron sus ropas y le llevaron a crucificarle”. “Y él cargando con su cruz, salió hacia el lugar llamado Calvario”. “Y obligaron a uno que pasaba, a Simón de Cirene, (...) a que llevara su cruz.”

5- La Crucifixión y Muerte de Nuestro Señor
(Lc 23, 33-34, 44-46; Jn 19, 33-35)
“Llegados al lugar llamado Calvario, le crucificaron. (...) Jesús decía: Padre, perdónales, porque no saben lo que hacen (...). Era ya cerca de la hora sexta cuando, al eclipsarse el sol, hubo oscuridad sobre toda la tierra hasta la hora nona (...). Jesús, dando un fuerte grito, dijo: Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu y, dicho esto, expiró.” “Como le vieron muerto, no le quebraron las piernas, sino que uno de los soldados le traspasó el costado con una lanza y al instante salió sangre y agua.”

Los Misterios Gloriosos

1- La Resurrección del Señor
(Mt 28, 5-6)
“El Ángel se dirigió a las mujeres y les dijo: Vosotras no temáis, pues sé que buscáis a Jesús, el Crucificado; no está aquí, ha resucitado, como lo había dicho. Venid, ved el lugar donde estaba. Y ahora id en seguida a decir a sus discípulos: Ha resucitado de entre los muertos”

2- La Ascensión
(Lc 24, 50-51; Mc 16, 20)
Jesús “los sacó hasta cerca de Betania y, alzando sus manos, los bendijo. Y sucedió que, mientras los bendecía se separó de ellos y fue llevado al cielo.” Después “salieron a predicar por todas partes, colaborando el Señor con ellos y confirmando la Palabra con las señales que la acompañaban.”

3- La Venida del Espíritu Santo en Pentecostés
(Hch 1, 14; 2, 1-4)
“Todos ellos perseveraban en la oración, con un mismo espíritu en compañía de algunas mujeres, de María, la madre de Jesús, y de sus hermanos. (...) Al llegar el día de Pentecostés, estaban todos reunidos en un mismo lugar. De repente vino del cielo un ruido (...) que llenó toda la casa en la que se encontraban. Se les aparecieron unas lenguas como de fuego que se repartieron y se posaron sobre cada uno de ellos; quedaron todos llenos del Espíritu Santo y se pusieron a hablar en otras lenguas, según el Espíritu les concedía expresarse”

4- La Asunción de la Virgen Santísima
(Ct 2, 10-11, 14)
“¡Levántate, amada mía, hermosa mía, y vente! Porque, mira, ha pasado ya el invierno, han cesado las lluvias y se han ido. (...) Muéstrame tu semblante, déjame oír tu voz; porque tu voz es dulce, y bello tu semblante.”

5 -La Coronación de la Virgen Santísima como Reina de Cielos y Tierra.
(Sal. 45, 14-15; Ap 11, 19;12, 1)
“Toda espléndida, la hija del rey, va adentro, con vestidos en oro recamados; con sus brocados es llevada ante el rey.” Y “una gran señal apareció en el cielo; una mujer, vestida del sol, con la luna bajo sus pies, y una corona de doce estrellas sobre su cabeza.”

sábado, 4 de enero de 2014

LECTURA ESPIRITUAL DE LA «IMITACIÓN DE CRISTO» DEL BEATO TOMÁS DE KEMPIS

Libro I: Exhortaciones útiles para la vida del Espíritu

Capítulo 2: Humilde aprecio de sí mismo

1. Todo hombre, por naturaleza, desea ser erudito. Pero, ¿qué importa la ciencia sin el temor de Dios? Ciertamente vale mucho más un humilde campesino que sirve a Dios que un filósofo soberbio que descuida a sí mismo e investiga las leyes del universo.
El que se conoce bien se considera de poco valor y no busca la aprobación de los hombres. Ante Dios, que me juzgará por mis acciones, ¿de qué me aprovechará el poseer toda la ciencia del mundo si no tengo caridad?

2. No te domine demasiado el deseo de saber, porque en él encontrarás una desviación grande y un grave engaño. Los hombres de ciencia quieren aparecer y ser llamados sabios. Pero hay muchas cosas cuyo conocimiento poco o nada ayudan al alma. Y muy necio es aquel que atiende a muchos asuntos que nada le aprovechan a su salvación.
Las muchas palabras no llenan el alma, pero la vida buena consuela al espíritu y una conciencia pura produce una gran confianza en Dios.

CONTEMPLACIÓN MEDITATIVA DEL PRINCIPIO Y FUNDAMENTO 4

REPETICIÓN DE LOS EJERCICIOS ANTERIORES
1. Preámbulo
1.1. Oración preparatoria
“La oración preparatoria es pedir gracia a Dios Nuestro Señor, para que todas mis intenciones, acciones y operaciones sean puramente ordenadas en servicio y alabanza de su divina majestad”. [46]
1.2. Lectura atenta del texto
Fin del Hombre y de las Criaturas: « El hombre es criado para alabar, hacer reverencia y servir a Dios nuestro Señor y, mediante esto, salvar su ánima; y las otras cosas sobre la haz de la tierra son criadas para el hombre, y para que le ayuden en la prosecución del fin para que es criado» [23]
1.3. Pedir el fruto de una buena oración «Gracia para conocer íntimamente el fin para que he sido creado y tenerlo siempre ante mis ojos al obrar, y usar rectamente de las cosas»
2. Meditación
2.1. Ver a las personas, como si uno estuviese allí. Ubicarse en la escena, paisaje, personaje, situación, movimientos, etc. (Composición del lugar)
2.2. Punto 1 «EL HOMBRE ES CRIADO PARA ALABAR, HACER REVERENCIA Y SERVIR A DIOS NUESTRO SEÑOR»
2.3. Punto 2 El hombre es criado para alabar, hacer reverencia y servir a Dios nuestro Señor «Y, MEDIANTE ESTO, SALVAR SU ÁNIMA»
2.4. Punto 3 «Y LAS OTRAS COSAS SOBRE LA HAZ DE LA TIERRA SON CRIADAS PARA EL HOMBRE, Y PARA QUE LE AYUDEN EN LA PROSECUCIÓN DEL FIN PARA QUE ES CRIADO»
2.5. Dejarse interpelar por el misterio contemplado en la propia vida (Participación cordial)
3. Conclusión: Coloquio y Examen
3.1. Coloquio con Dios nuestro Señor, mi dueño absoluto y dueño del Universo, reconociendo ese dominio y lamentando el haberlo tantas veces negado con los hechos…, prometiéndole hacer siempre su voluntad. Con Dios, Padre mío amorosísimo, de quien tan mal hijo he sido…, pidiendo perdón echándome en sus brazos, regalándome a vivir en ellos. Santa Margarita María de Alacoque pidióle a Dios le enseñara a expresar su grande deseo de recibirlo continuamente, y nuestro Señor le enseñó esta breve oración de deseo y preparación: «DIOS MÍO, MI ÚNICO BIEN Y MI TODO, VOS SOIS TODO PARA MÍ, YO SOY TODO PARA VOS», y le dijo luego nuestro Señor: “Ellas te guardarán en todas las tentaciones, suplirán todos los actos que quieras hacer y te servirán de preparación en tus acciones”
3.2. Sacar un propósito concreto que pueda mover la voluntad (Transformación de la voluntad)
3.3. Hacer un examen acerca del transcurso de la oración (concentración, distracciones, aspectos importantes descubiertos, etc.) Se acaba rezando un PADRE NUESTRO y un ANIMA CHRISTI.
EXAMEN DE LA ORACIÓN
1. ¿Preparé suficientemente el ejercicio que acabo de realizar? Si no lo hice suficientemente y bien... ¿por qué? ¿Qué he de hacer para corregir esta situación?
2. ¿Dispuse todos los medios y ayudas que conozco para realizar un buen ejercicio? (Posición, medios para entrar en la oración, silencio, tiempo, textos, etc.)
3. El tiempo que estuve en oración ¿fue adecuado? ¿Me levanté antes del tiempo previsto?
4. ¿Me sentí realmente acompañado en la oración? ¿Fue un diálogo o un monólogo? ¿Salgo de la oración crecido en fe y/o esperanza y/o amor?
5. ¿Tengo alguna inquietud o preocupación especial que haya de comentar con quien acompaña los ejercicios?
6. ¿Hay algunos puntos en los cuales sentí especialmente gusto al meditar? ¿Cuáles? ¿Algunos que quieras seguir gustando? ¿Cuáles?
7. ¿Hay algunos puntos en los cuales sentí especial dificultad o repugnancia al orar? ¿Cuáles?
8. Haz una revisión de las actividades de tu día. Se puede chequear en el orden de las cosas que se fueron haciendo.
9. ¿Qué fue lo que más te llamó la atención en el di a de hoy? ¿Por qué?
10. ¿Dónde encuentras más fácilmente la presencia de Dios?
11. ¿Dónde crees que te alejas más de Dios? ¿Por qué? ¿Cuál puede ser la raíz de ese alejamiento?
12. La pregunta fundamental e importante: ¿qué descubro que está haciendo el Espíritu de Dios hoy en mí? ¿cómo he colaborado y cómo he estorbado la acción de Dios?

LECTURA ESPIRITUAL DE LA «IMITACIÓN DE CRISTO» DEL BEATO TOMÁS DE KEMPIS

Libro I: Exhortaciones útiles para la vida del Espíritu

Capítulo 1: Imitación de Cristo y menosprecio de todas las vanidades del mundo

4. Vanidad es, por lo tanto, buscar las riquezas perecederas y poner en ellas nuestras esperanzas. Vanidad es, también, ambicionar los honores y ensalzarse sobremanera. Vanidad es seguir los deseos carnales y codiciar todo aquello por lo cual, un día, se deba ser gravemente castigado. Vanidad es ansiar una vida larga y preocuparse muy poco de vivirla bien. Vanidad es dejarse absorber sólo por la vida presente sin tener en cuenta la futura. Vanidad es aficionarse a lo que pasa con suma celeridad sin inquietarse para llegar allá donde los goces son eternos.
5. Recuerda con frecuencia el proverbio: No se sacia el ojo de ver, ni el oído se harta de oír (Ecl 1, 8)
Esfuérzate, en consecuencia, para que tu corazón sea alejado del amor a las cosas visibles de acá abajo y sea llevado hacia las cosas invisibles de arriba. Todos aquellos que se dejan llevar por sus sentidos, manchan su conciencia y pierden la gracia de Dios.

CONTEMPLACIÓN MEDITATIVA DEL PRINCIPIO Y FUNDAMENTO 3

1. Preámbulo
1.1. Oración preparatoria
“La oración preparatoria es pedir gracia a Dios Nuestro Señor, para que todas mis intenciones, acciones y operaciones sean puramente ordenadas en servicio y alabanza de su divina majestad”. [46]
1.2. Lectura atenta del texto
Fin de las criaturas: «LAS OTRAS COSAS SOBRE LA HAZ DE LA TIERRA SON CRIADAS» POR DIOS [23]
1.3. Pedir el fruto de una buena oración «Conocimiento interno del fin para que han sido hechas las cosas y gracia para usarlas sólo para ese fin»
2. Meditación
2.1. Ver a las personas, como si uno estuviese allí. Ubicarse en la escena, paisaje, personaje, situación, movimientos, etc. (Composición del lugar) «Ubicar al Señor dando posesión del paraíso a Adán»
2.2. Punto 1 «Origen de las Criaturas»: Todas vienen de Dios; todo cuanto acaece, sucesos y circunstancias, objetos vivos e inorgánicos, relaciones sociales, etc… Todo fue sacado del «fiat» creador de Dios. Conviene meditar el libro de Job: «Desnudo nací y desnudo he de volver a la tierra», «Dominus dedit, Dominus abstulit; sicut Domino placuit ita factum est. Sit nomem Domini benedictum» (Job 1, 21)
2.3. Punto 2 Las cosas han sido hechas «PARA EL HOMBRE Y PARA QUE LE AYUDEN EN LA PROSECUCIÓN DEL FIN PARA QUE ES CRIADO»: Consecuentemente, todas las cosas le pertenecen a Dios, no son mías. Es, entonces una verdadera usurpación el querer usarlas como cosa propia y ejercer sobre ellas nuestro dominio absoluto. No debiéramos atrevernos a usar el pronombre posesivo mío. Lo primero que debemos inquirir es la voluntad del Señor sobre las criaturas. El único Señor es Dios, que no puede abdicar de sus derechos y es necesariamente el fin último. El fin inmediato de todo. El uso y el beneficio de las cosas lo cede al hombre generosamente, para que, usando de ellas rectamente, a saber, para gloria de Dios. Todo debe cooperar a nuestra ayuda: todo debe glorificar a Dios, y es la gloria «clara notitia cum laude» (Santo Tomás de Aquino): conocimiento claro acompañado de alabanza.
2.4. Punto 3 «¿Cómo nos ayudan a conocer y amar a Dios?»: Nos ha concedido Dios tres cosas, un triple cetro, con el cual podemos dominar como reyes a todas las criaturas y obligarlas a ayudarnos a la prosecución de nuestro fin: LA CONTEMPLACIÓN, EL USO RECTO Y LA ABSTENCIÓN. Por la contemplación de las criaturas nos podemos elevar a la contemplación del Creador, viendo en ellas a Dios, conociendo sus perfecciones, estudiando sus designios sapientísimos y amorosísimos, ampliando y perfeccionando en este estudio la idea que de Dios teníamos: «Es evidente que podemos proceder así, puesto que todas y cada una de las criaturas son por naturaleza obras, noticias, vestigios, manifestaciones de Dios… La creación visible entera es una imagen sensible, una lección práctica acerca de Dios» (Meschler) Nos enseña San Juan Crisóstomo: «Qué gran necedad es arrodillarse ante la hermosura de las criaturas y quedarse en ellas, sin levantar los ojos de la mente a Aquel que las hizo, ni creer a Pablo, que dice: las perfecciones invisibles de Dios se han hecho visibles después de la creación del mundo por el conocimiento que de ellas nos dan las criaturas. ¿Qué dices, hombre? ¿Al ver el cielo te admiras de su hermosura, de la variedad de los astros, de su resplandor? No te pares ahí, sino levanta tu mente al mismo Creador» De este modo usaban en grado admirable los santos a las Criaturas, baste de ejemplo a San Francisco de Asís, San Ignacio de Loyola y San Francisco de Borja. Las cosas son como la dote que nos da el Padre, para nuestro uso y consumo, pero también aprender mediante la recta razón su uso correcto. La templanza me impone una regla inflexible, que me hace abstenerme de todo cuanto en alguna manera es vicioso; guardándola no peco, obedezco a Dios, me salvo. Pero, en el campo amplísimo de las cosas no prohibidas, sino lícitas, de las que puedo abstenerme por amor de Dios, haciéndole obsequios muy gratos, dándole mucha gloria y atesorando gran caudal de méritos. Hemos de cumplir el «omnia subiecisti sub pedibus eius»: todo lo pusiste bajo nuestros pies para que nos sirviesen de escabel para subir al cielo. «Cum anima creaturam desiderat, continuam famem habet: quia licet quod de creatura desiderat adipiscatur, vacua tamen remanet, quia nihil est quod eran impleat nisi tu, Domine, ad cuius imaginem est creata» (San Agustín)
2.5. Dejarse interpelar por el misterio contemplado en la propia vida (Participación cordial)
3. Conclusión: Coloquio y Examen
3.1. Coloquio con Dios nuestro Señor, pidiendo perdón por el mal uso que de las criaturas hemos hecho y gracia abundante para en adelante servirnos de ellas, para lo que se nos han dado
3.2. Sacar un propósito concreto que pueda mover la voluntad (Transformación de la voluntad)
3.3. Hacer un examen acerca del transcurso de la oración (concentración, distracciones, aspectos importantes descubiertos, etc.) Se acaba rezando el PADRE NUESTRO.
EXAMEN DE LA ORACIÓN
1. ¿Preparé suficientemente el ejercicio que acabo de realizar? Si no lo hice suficientemente y bien... ¿por qué? ¿Qué he de hacer para corregir esta situación?
2. ¿Dispuse todos los medios y ayudas que conozco para realizar un buen ejercicio? (Posición, medios para entrar en la oración, silencio, tiempo, textos, etc.)
3. El tiempo que estuve en oración ¿fue adecuado? ¿Me levanté antes del tiempo previsto?
4. ¿Me sentí realmente acompañado en la oración? ¿Fue un diálogo o un monólogo? ¿Salgo de la oración crecido en fe y/o esperanza y/o amor?
5. ¿Tengo alguna inquietud o preocupación especial que haya de comentar con quien acompaña los ejercicios?
6. ¿Hay algunos puntos en los cuales sentí especialmente gusto al meditar? ¿Cuáles? ¿Algunos que quieras seguir gustando? ¿Cuáles?
7. ¿Hay algunos puntos en los cuales sentí especial dificultad o repugnancia al orar? ¿Cuáles?
8. Haz una revisión de las actividades de tu día. Se puede chequear en el orden de las cosas que se fueron haciendo.
9. ¿Qué fue lo que más te llamó la atención en el di a de hoy? ¿Por qué?
10. ¿Dónde encuentras más fácilmente la presencia de Dios?
11. ¿Dónde crees que te alejas más de Dios? ¿Por qué? ¿Cuál puede ser la raíz de ese alejamiento?
12. La pregunta fundamental e importante: ¿qué descubro que está haciendo el Espíritu de Dios hoy en mí? ¿cómo he colaborado y cómo he estorbado la acción de Dios?

jueves, 2 de enero de 2014

LECTURA ESPIRITUAL DE LA «IMITACIÓN DE CRISTO» DEL BEATO TOMÁS DE KEMPIS

Libro I: Exhortaciones útiles para la vida del Espíritu

Capítulo 1: Imitación de Cristo y menosprecio de todas las vanidades del mundo


3. ¿De qué te sirve discutir profundamente de la Trinidad si no eres humilde y, por lo tanto, no agradas a la Trinidad? No son las disertaciones profundas que hacen santo y justo al hombre, sino la vida virtuosa que lo vuelve agradable a Dios. Prefiero sentir en el corazón la compunción que saberla definir. Sin el amor de Dios y sin su gracia, ¿qué te aprovechará un conocimiento exterior de toda la Biblia y de las doctrinas de todos los filósofos? Vanidad de vanidades, todo es vanidad (Ecl. 1, 2), fuera del amar a Dios y servir a él solo. Esto es la máxima sabiduría: peregrinar hacia el reino celestial despreciando las cosas mundanas.

CONTEMPLACIÓN MEDITATIVA DEL PRINCIPIO Y FUNDAMENTO 2

4. Preámbulo
4.1. Oración preparatoria
“La oración preparatoria es pedir gracia a Dios Nuestro Señor, para que todas mis intenciones, acciones y operaciones sean puramente ordenadas en servicio y alabanza de su divina majestad”. [46]
4.2. Lectura atenta del texto
Fin del Hombre 2: El hombre es criado para alabar, hacer reverencia y servir a Dios nuestro Señor «y mediante esto salvar su alma» [23]
4.3. Pedir el fruto de una buena oración «Conocimiento íntimo de la importancia de este negocio y fuerza para llevarlo a feliz término»
5. Meditación
5.1. Ver a las personas, como si uno estuviese allí. Ubicarse en la escena, paisaje, personaje, situación, movimientos, etc. (Composición del lugar) «Figurarme ver el aposento de Javier en París, y en él a San Ignacio platicando a su compañero esta verdad»
5.2. Punto 1 «Excelencia de tal fin. ¿Qué es salvar el alma»: Salvar el ánima es ponerla en seguro. «Salvarse» supone librarse de algún peligro de perecer. Para el cristiano, negociante en bienes de valor eterno, prisionero de enemigos crueles, viajero en tierra extraña, navegante en agitado mar, llegar al puerto de la gloria es salvarse: su mayor negocio está entonces seguro, sus cadenas caen rotas en pedazos, su viaje ha terminado, ha entrado en puerto, ¡se ha salvado! Las joyas que Cristo buscaba eran las almas, y por ellas dio su vida, su sangre toda, derramada entre suplicios horribles «Anima, tanti vales, erige te!» (San Agustín) Todo eso vales, alma: levántate, dignifícate, estímate en lo que vales.
5.3. Punto 2 «¿Cómo lograrlo?» «MEDIANTE ESTO», es decir, mediante la alabanza, reverencia y servicio de Dios nuestro Señor. Qué grande es la generosidad de Dios, que por una cosa que le debemos nos ofrece galardón tan precioso. LO PRIMERO ES QUERER: ¡Sin quererlo nadie se salva! Cuentan que a Santo Tomás de Aquino le escribió una su hermana religiosa, preguntándole qué había de hacer para ser santa. Era tan grande la fama de sabiduría del entonces profesor de La Sorbona de París, que pensó había de escribirle un largo tratado descubriéndole misterios secretos de la más encumbrada ciencia ascética y mística, y el Santo, en breves líneas, vino a decirle: HERMANA MÍA, PARA SER SANTA TE BASTA Y ES NECESARIO POR TU PARTE UNA COSA: «QUERER»; DIOS NO TE NEGARÁ SU GRACIA. Se nos da una opción: «eligite hodie quod placet» (Jos 24, 15), elegid lo que más os agrade, «Se nos brinda la gracia, a nadie le falta: el hombre es quien falta a la gracia» (San Buenaventura) A quien le preguntaba: «Maestro, ¿qué haré para lograr la vida eterna?», le respondió el Señor: «Si vis»; si quieres salvarte, guarda los mandamientos (Mt 19, 17) TRABAJAR 1) CON CONFIANZA, 2) CON GENEROSIDAD Y 3) CON PERSEVERANCIA.
5.4. Punto 3 «Necesidad de procurar la salvación»: Es este un NEGOCIO NECESARIO Y URGENTE para nuestra felicidad eterna, que depende de acertar en su solución. Si lo perdemos, ¿de qué nos servirá el haber acertado en todo lo demás? «Si animam negligimus, nec corpus salvare poterimus; non enim anima pro corpore, sed corpus pro anima factum est» (San Juan Crisóstomo) San Pedro de San José Betancur (Vilaflor de Tenerife 1626- Antigua Guatemala 1667) La vida interior de Pedro y su devoción se centran en tres grandes misterios de la vida de Cristo: el nacimiento en Belén, la dolorosa pasión y la Eucaristía. De la contemplación de ellos le nace el deseo, cada vez más vivo, de configurarse con el Cristo que se desnuda de su dignidad de Dios y busca el más absoluto anonadamiento. Por la contemplación del sufrimiento de Cristo, que se inicia en Belén, llega a su plenitud sobre la cruz y se prolonga en la Eucaristía, Pedro desarrolla una actitud de reparación que lo lleva a sufrir con el Cristo paciente y a alimentar un vivo celo por la conversión de los pecadores. A su recorrer diario agrega el caminar nocturno por calles y plazas alertando a todos con el tañido de su campanilla y su inquietante mensaje de conversión: «ACORDAOS, HERMANOS, QUE UN ALMA TENEMOS Y, SI LA PERDEMOS, NO LA RECOBRAMOS», «Deus vult omnes homines salvos fieri» (1 Tim 2, 4): quiere Dios que todos los hombres se salven, y lo quiere con voluntad sincera y cuanto es de su parte eficaz. Pero, Dios nada puede cin el concurso de nuestra libre voluntad.
5.5. Dejarse interpelar por el misterio contemplado en la propia vida (Participación cordial)
6. Conclusión: Coloquio y Examen
6.1. Coloquio con Cristo crucificado para salvar mi alma, diciéndole: «tantus labor non sit casus», no sea en vano tan gran trabajo
6.2. Sacar un propósito concreto que pueda mover la voluntad (Transformación de la voluntad)
6.3. Hacer un examen acerca del transcurso de la oración (concentración, distracciones, aspectos importantes descubiertos, etc.) Se acaba rezando el ANIMA CHRISTI.
EXAMEN DE LA ORACIÓN
1. ¿Preparé suficientemente el ejercicio que acabo de realizar? Si no lo hice suficientemente y bien... ¿por qué? ¿Qué he de hacer para corregir esta situación?
2. ¿Dispuse todos los medios y ayudas que conozco para realizar un buen ejercicio? (Posición, medios para entrar en la oración, silencio, tiempo, textos, etc.)
3. El tiempo que estuve en oración ¿fue adecuado? ¿Me levanté antes del tiempo previsto?
4. ¿Me sentí realmente acompañado en la oración? ¿Fue un diálogo o un monólogo? ¿Salgo de la oración crecido en fe y/o esperanza y/o amor?
5. ¿Tengo alguna inquietud o preocupación especial que haya de comentar con quien acompaña los ejercicios?
6. ¿Hay algunos puntos en los cuales sentí especialmente gusto al meditar? ¿Cuáles? ¿Algunos que quieras seguir gustando? ¿Cuáles?
7. ¿Hay algunos puntos en los cuales sentí especial dificultad o repugnancia al orar? ¿Cuáles?
8. Haz una revisión de las actividades de tu día. Se puede chequear en el orden de las cosas que se fueron haciendo.
9. ¿Qué fue lo que más te llamó la atención en el di a de hoy? ¿Por qué?
10. ¿Dónde encuentras más fácilmente la presencia de Dios?
11. ¿Dónde crees que te alejas más de Dios? ¿Por qué? ¿Cuál puede ser la raíz de ese alejamiento?
12. La pregunta fundamental e importante: ¿qué descubro que está haciendo el Espíritu de Dios hoy en mí? ¿cómo he colaborado y cómo he estorbado la acción de Dios?

miércoles, 1 de enero de 2014

Lectura Espiritual: De la Imitación de Cristo del Beato Tomás de Kempis


LIBRO I. EXHORTACIONES ÚTILES PARA LA VIDA DEL ESPÍRITU

CAPÍTULO 1: IMITACIÓN DE CRISTO Y MENOSPRECIO DE TODAS LAS VANIDADES DEL MUNDO

1. El que me siga, no andará en tinieblas (Jn 8, 12), dice el Señor. Son palabras de Cristo que nos exhortan a imitar su vida y sus ejemplos, si queremos ser verdaderamente iluminados y liberados de toda ceguera interior. Por eso, nuestra máxima preocupación debe ser meditar la vida de Jesucristo.

2. La enseñanza de Cristo es superior a la de todos sus santos, y quien posea su espíritu encontrará en ella un maná escondido. Pero acontece que muchos, aunque escuchen con frecuencia el Evangelio, sienten el espíritu del Cristo. Por lo tanto, el que quiera comprender y saborear plenamente las palabras del Maestro debe asimilar toda su vida a la de Cristo.

CONTEMPLACIÓN MEDITATIVA DEL PRINCIPIO Y FUNDAMENTO 1


1. Preámbulo
1.1. Oración preparatoria
“La oración preparatoria es pedir gracia a Dios Nuestro Señor, para que todas mis intenciones, acciones y operaciones sean puramente ordenadas en servicio y alabanza de su divina majestad”. [46]
1.2. Lectura atenta del texto
Fin del Hombre: «El hombre es criado para alabar, hacer reverencia y servir a Dios nuestro Señor» [23]
1.3. Pedir el fruto de una buena oración «Gracia para conocer íntimamente el fin para que he sido creado y tenerlo siempre ante mis ojos al obrar»
2. Meditación
2.1. Ver a las personas, como si uno estuviese allí. Ubicarse en la escena, paisaje, personaje, situación, movimientos, etc. (Composición del lugar) «Imaginarnos ver a Dios creando a Adán, y a éste, prosternando, adorando al Señor»
2.2. Punto 1 «Dios, mi principio»: “El hombre es criado”: El mundo y todas las cosas en él contenidas, espirituales y materiales, según toda su sustancia, han sido producidas por Dios de la nada. Dios ha creado al hombre, y continua creándolo continuamente, a cada instante, por su acción amorosa. «Et creavit Deus hominem» (Gen 1, 27) Con relación a Dios, me hallo en dependencia absoluta: es mi dueño, es mi origen. Todo fue creado con el sólo imperio de su voz: «factum est», y creó al hombre «ad imaginem et similitudinem nostram»
2.3. Punto 2 «Dios, mi dueño y Señor» Dios es mi Señor absoluto. «Deus me creavit, ergo Dei sum! Totum me creavit, ergo totus quantus Dei sum» (San Agustín) Puede Dios someterme a otros, pero no puede desprenderse de mí en favor de otro propietario: «Ego Dominus, hoc est nomem meum, gloriam meam alteri non dabo» (Is 42, 8)
2.4. Punto 3 «Dios, mi fin»: Para alabar, hacer reverencia y servir a Dios nuestro Señor. Así como de mi origen se desprende mi condición de criatura, de mi condición se deduce mi oficio o fin inmediato: «Deus creavit bonitate sua et omnipotente virtute, non ad augendam sua beatitudinem nec ad adquirendam, sed ad manifestandam perfectionem suam per bona, quae creaturis impertitur» (Cc Vat I, sess. 3, c. 1), «Ego sum alpha et omega, principium et finis, primus et novissimus» (Apoc 1, 8), «Universa propter semetipsum operatur est Dominus» (Prov 16, 4), «Dominum Deum tuum adorabis et illi soli servies» (Mt 4, 10), «Servare Deo regnare est», «nihil tam facile est bonae voluntati, quam ipsa sibi» (San Agustín), «Sive vivimos, sive morimur, Domini sumus» (Rom 16, 18)
2.5. Dejarse interpelar por el misterio contemplado en la propia vida (Participación cordial)
3. Conclusión: Coloquio y Examen
3.1. Coloquio con Dios nuestro Señor, mi dueño absoluto, reconociendo ese dominio y lamentando el haberlo tantas veces negado con los hechos…, prometiéndole hacer siempre su voluntad. Con Dios, Padre mío amorosísimo, de quien tan mal hijo he sido…, pidiendo perdón echándome en sus brazos, regalándome a vivir en ellos
3.2. Sacar un propósito concreto que pueda mover la voluntad (Transformación de la voluntad)
3.3. Hacer un examen acerca del transcurso de la oración (concentración, distracciones, aspectos importantes descubiertos, etc.) Se acaba rezando el PADRE NUESTRO. He aquí tres esquemas de examen de la oración:

ESQUEMA 1
a. Cuanto al fruto pretendido:
¿mantengo la disposición sobre el fruto de los Ejercicios alcanzada en el Principio y Fundamento [23] y renovada en la oración preparatoria? [46] ¿en qué grado?
¿he hallado lo que buscaba, mal, bien, abundantemente? (el fruto particular de cada ejercicio Ignacio lo concreta en la petición y en el coloquio).
b. En mi trabajo:
¿Cómo he hecho el ejercicio? ¿hora entera [12], algo más [13], a la hora señalada [6], oración preparatoria, preámbulos, materia señalada, coloquios, con exactitud, fervor, o con pereza y frialdad?
¿Guardo con cuidado las adiciones o ha habido descuido en alguna [130]?; ¿al dormirme resumir el ejercicio [73], al levantarme sin dar lugar a otros pensamientos doy lugar al estado de ánimo apropiado? [74]; ¿en los ejercicios durante el día antes de ir a la oración, pienso a dónde voy y delante de quién y resumo un poco el ejercicio? ¿me hice presente a un Dios que me quiere? [75]; ¿tuve la mejor posición corporal? [76]; ¿me detuve sin ansias de pasar adelante? [76]; ¿fomenté durante el día pensamientos conformes a los ejercicios que estoy actualmente haciendo (recogimiento)? [78]; ¿procuré concentrarme en lo que estoy meditando? [11.127]; ¿busqué de entre los medios que me rodean, luz oscuridad, etc. lo que creo que más me conviene? [79. 80]; ¿refrené la vista tanto cuanto me ayuda? [81].
c. Con el "buen espíritu":
¿Ha actuado y en qué forma?: ¿me ha iluminado alguna verdad o alguno de los misterios de la vida de Jesús para penetrarlos más y referirlos a mi historia personal? [2.106.109] ¿consolaciones, cuáles, en qué grado? [316]; ¿con o sin causa precedente? [330]; ¿con mociones a querer algo? [175.176]; ¿inspiraciones para ordenar mi vida? [213.315]; ¿desolación quitándome la gracia intensa? [320]; ¿sequedad, distracciones, pensamientos importunos, tentaciones, tristeza, turbación? [317].
¿Cómo me he aprovechado?: ¿He examinado bien las mociones en tiempo de consolación? [175.176]; y los propósitos y pareceres formados en el fervor subsiguiente antes de aceptarlos como del "buen espíritu"? [336]; ¿he cedido ante la desolación y tentaciones? ¿me quedé a la defensiva? o he hecho todo lo contrario no cambiando mis propósitos precedentes [318], sino instando en meditar, orar, examinando las causas? [319].
d. Con el "mal espíritu":
¿Me ha acometido con impedimentos para no ir adelante? [315], con escrúpulos [347], con pensamientos "buenos" con apariencia de bien [332] y falsa consolación [331], pero acabando en menos bueno o turbación [333], o engreimiento propio [142], con desconfianza y desesperación? [317].
¿Cómo he reaccionado?: ¿despreciando los obstáculos, cerrando la puerta a toda tentación, avivando la confianza en Dios, conservando la paz y la serenidad?
He de examinar el principio, medio y fin de los pensamientos engañosos para sacar experiencia [334]

ESQUEMA 2
1. ¿Preparé suficientemente el ejercicio que acabo de realizar? Si no lo hice suficientemente y bien... ¿por qué? ¿Qué he de hacer para corregir esta situación?
2. ¿Dispuse todos los medios y ayudas que conozco para realizar un buen ejercicio? (Posición, medios para entrar en la oración, silencio, tiempo, textos, etc.)
3. El tiempo que estuve en oración ¿fue adecuado? ¿Me levanté antes del tiempo previsto?
4. ¿Me sentí realmente acompañado en la oración? ¿Fue un diálogo o un monólogo? ¿Salgo de la oración crecido en fe y/o esperanza y/o amor?
5. ¿Tengo alguna inquietud o preocupación especial que haya de comentar con quien acompaña los ejercicios?
6. ¿Hay algunos puntos en los cuales sentí especialmente gusto al meditar? ¿Cuáles? ¿Algunos que quieras seguir gustando? ¿Cuáles?
7. ¿Hay algunos puntos en los cuales sentí especial dificultad o repugnancia al orar? ¿Cuáles?
8. Haz una revisión de las actividades de tu día. Se puede chequear en el orden de las cosas que se fueron haciendo.
9. ¿Qué fue lo que más te llamó la atención en el di a de hoy? ¿Por qué?
10. ¿Dónde encuentras más fácilmente la presencia de Dios?
11. ¿Dónde crees que te alejas más de Dios? ¿Por qué? ¿Cuál puede ser la raíz de ese alejamiento?
12. La pregunta fundamental e importante: ¿qué descubro que está haciendo el Espíritu de Dios hoy en mí? ¿cómo he colaborado y cómo he estorbado la acción de Dios?

ESQUEMA 3
1. ¿Cómo se ha manifestado Dios en mí?
2. ¿Qué me ha estado ocurriendo?
3. ¿Qué me impresionó particularmente?
4. ¿Cómo me sentí cuando oraba?
5. ¿Cuál fue mi estado de ánimo? ¿Cambió?
6. ¿Qué me estaba intentando decir el Señor en todo esto?
7. ¿Hay algún punto al que deba yo retomar cuando vuelva a orar?

De la lectura espiritual

Tan necesaria, quizás, como la oración es la lectura de los libros santos para la vida espiritual. Escribe San Bernardo: «La lectura espiritual nos prepara para la oración y para la práctica de las virtudes» y luego añade, a modo de conclusión «la lectura y la oración son las armas con que se vence al demonio y se conquista el cielo».

No siempre se puede tener a mano al padre espiritual que nos aconseje en nuestras obras, y sobre todo en nuestras dudas; pues la lectura puede suplirlos, suministrándonos luces, enseñándonos el camino para huir de los engaños del demonio y de nuestro amor propio, y para aceptar conocer la voluntad de Dios. Por eso asegura San Atanasio que «no es posible encontrar quien, dedicándose al servicio del Señor, no sea gran amante de la lectura espiritual».

Se comprende, pues, que todos los santos fundadores hayan recomendados tanto este piadoso ejercicio a sus religiosos. San Benito prescribió que todos hicieran lectura cada día, y que dos monjes se encargara de recorrer ese tiempo las celdas, para ver si era observado este punto; caso de encontrar algún negligente en su cumplimiento, quería que se le impusiera una penitencia. Y antes que todos los fundadores, lo había prescrito San Pablo a Timoteo: «Aplícate a la lectura»: Nótese la palabra que emplea: attende; es decir, que por muchos que fueran los cuidados que le exigieran sus ovejas –Timoteo era obispo–, quería San Pablo que se dedicara a la lectura de libros santos, no como de pasada y por breve tiempo, sino aplicándose expresamente a ella con detención.

***

Tan grande es el provecho que causan los libros buenos, cuanto es grande el daño que causan los libros malos; así como aquellos han sido con frecuencia causa de conversión de muchos pecadores, así estos (los libros malos, revistas de cotilleos, y cualquier otros que no inviten al camino de la virtud) causan la ruina de muchos jóvenes. El autor de los libros buenos es el Espíritu de Dios, así como de los libros malos son del espíritu del demonio, que a muchos logra engañar frecuentemente, disimulando el veneno que tales libros encierran.

«Los malos libros, junto con los malos programas de televisión, son el peor veneno que el demonio se vale en nuestros tiempos para arrastrar las almas al infierno. Si San Ligorio hubiera vivido en nuestros días, no sé lo que hubiera dicho contra las revistas pornográficas y las inmoralidades de televisión. Claro está que es un pecado gravísimo recrearse en estas cosas; pero el cristiano que ama a Dios y al prójimo por Dios, no le basta salvar su alma huyendo de contemplar esas inmoralidades, sino que ha de hacer cuánto este de su parte para conseguir que esas cosas desaparezcan del país. ¡Que Dios nos ayude a conseguirlo!» (El editor).

Pero sigamos oyendo al santo sobre la eficacia de los buenos libros que edifica nuestro espíritu y nos anima por tener una conciencia sin mancha de pecado por la gracia y el amor que solo Dios nos puede dar. ¡Qué grande son los bienes que produce la lectura de los libros santos!

***

En primer lugar, así como la lectura de los malos libros, según queda escrito, llena el alma de sentimientos mundanos y perniciosos, la lectura de los buenos libros llena el espíritu de pensamientos y deseos santos. ¿Qué pensamientos santos puede cultivar un alma ocupada, en lecturas de libros curiosos y profanos, que hace germinar en su cabeza ideas mundanas y en el corazón una legión de afectos terrenos? ¿Cómo se va a mantener en la presencia de Dios y como va a hacer actos y afectos piadosos? El molino muele el grano que se le hecha; si se le hecha mal grano, ¿cómo queremos que de harina buena? Irá a la oración y a la comunión, y en vez de estar pensando en Dios y haciendo actos de amor y de confianza, estará profundamente distraída, porque le vendrá en tropel a la memoria todas las vanas ideas de sus lecturas. En cambio, quien tiene la mente bien nutrida de especies devotas, como máximas espirituales, ejemplos de virtud de los santos, se verá acompañada de tales pensamientos, no solo durante la oración, sino también fuera de ella; por lo cual podrá ser casi continuo su recogimiento en Dios.

San Bernardo lo explica todo esto con una bella comparación sobre aquel pasaje de San Mateo: Buscad y hallareis. “Buscad leyendo –explica el santo– y encontrareis meditando; la lectura pone el alimento en la boca para masticarlo por la meditación”.

En segundo lugar, el alma embebecida en santos pensamientos por medio de la lectura, estará mejor dispuesta para rechazar las tentaciones interna.
Con este fin, San Jerónimo se la aconsejaba a su discípula Salvina: «No dejes de las manos los libros divinos, que serán un escudo donde reboten las flechas de los malos pensamientos.

En tercer lugar, la lectura nos sirve para ver las manchas del alma, y viéndolas, más fácilmente las podremos quitar. El mismo San Jerónimo escribió a Demetriades «que se sirviera de la lectura como de un espejo»; con lo cual quería significar que, así como el espejo nos descubre las manchas del rostro, la lectura de los libros santos descubre las manchas de la conciencia. «En ella –nota San Gregorio hablando de la lectura– vemos que tenemos de hermoso y lo que tenemos de deforme, por ella apreciamos nuestros progresos»; vemos si hemos adelantado o hemos retrocedidos en las vías de Dios.

En cuarto lugar, por la lectura de los libros santos recibimos muchas luces, y sentimos las llamadas divinas. Advierte San Jerónimo que «Cuando oramos, le hablamos (a Dios) cuando leemos, le oímos».

No siempre, como decía antes, podremos tener junto a vosotras (almas que buscan la santidad) al padre espiritual, ni siempre podremos oír la palabra de santos predicadores, que nos den luces y nos dirijan acertadamente por los caminos de Dios, pero tenemos quien lo sustituye en los buenos libros.

¡Cuántos santos han abandonado el mundo y se han dado a Dios por la lectura de un libro espiritual!

Bien es conocido el ejemplo de San Agustín, que, estando miserablemente aherrojado por sus pasiones y sus vicios, fue iluminado por luz celestial que le vino por la lectura de una Epístola de San Pablo, salió de las tinieblas y comenzó a caminar hacia la santidad. Lo mismo le aconteció a San Ignacio de Loyola; siendo todavía soldado, para vencer el aburrimiento de las horas que tenía que estar en el lecho, a causa de las heridas comenzó a leer un libro de Vida de santo, que por la providencia divina le vino a las manos; eso le bastó para comenzar a ser santo, convertido en padre (en la vida espiritual) y fundador de esa religión de la Compañía de Jesús, que tantos días de gloria ha dado a la Iglesia.

San Juan Colombini leyó también por casualidad, y casi contra su voluntad, un libro devoto, y eso bastó para hacerle dejar el mundo y hacerle fundador de una orden religiosa. De dos cortesanos del emperador Teodosio. Cuenta San Agustín que entraron un día en un monasterio: dos de ellos se puso a curiosear una Vida de San Antonio que encontró en una celda; pero de tal modo le fueron dominando los santos pensamientos que leía, que allí mismo tomó la resolución de dejar el mundo, y luego habló a su compañero con tal fervor, que los dos decidieron dedicarse en aquel monasterio, al servicio de Dios.

En las crónicas de los carmelitas descalzos se lee que una señora de Viena se había arreglado una tarde para asistir a un sarao; pero cuando hubo llegado al salón y viendo que la fiesta se había suspendido, se llenó de rabia y para distraer el mal humor tomó un libro espiritual que por la providencia de Dios le vino a sus mano; el libro trataba del desprecio del mundo, y tanto la convenció, que dio un adiós al mundo y se hizo carmelita.

Pero no se crea que los libros devotos ayudaron a los santos al principio de sus conversiones, fueron su ayuda toda su vida, para conservar y aumentar cada día más su perfección.

El glorioso Santo Domingo cogía sus libros de devoción, los estrechabas efusivamente y exclamaba «Estos son los pechos que me dan leche».

¿Cómo podían los santos anacoretas pasarse tan largos años en el desierto, lejos de todo comercio humano, sino con la ayuda de la oración y la compañía de los libros espirituales? Para el gran siervo de Dios, Tomás de Kempis, no había mayor recreación que estar en un rincón de su celda con un libro que le hablara de Dios. Ya recordé en otro lugar las palabras del Venerable Vicente Caraffa “Que para él no había en el mundo vida más envidiable que esconderse en una gruta solitaria, con un pedazo de pan y un libro de devoción”. San Felipe Neri dedicándose todos los ratos libres que tenía para leer libros espirituales, y sobre todo, vidas de santos.


— ¿Y cuáles son los mejores libros para mí?

Pues os respondo, ante todo aquellos libros en que vuestra alma encuentra más pasto de devoción y que más fuerza tienen para unirse con Dios. Son preciosas para este fin, las obras de San Francisco de Sales, de Santa Teresa de Jesús, del P. Granada, del P. Rodríguez y del P. Nieremberg.

Escoged aquellas materias que conozcáis ser más provechosa para vuestra perfección. LEED CON PREFERENCIA VIDA DE SANTOS.

¡Qué hermosa ayuda tenemos en las Vidas de los santos! Los libros ascéticos nos dan instrucciones sobre el modo de practicar las virtudes; pero en las vidas de los santos vemos como las han practicado muchos hombres de carne y hueso como nosotros. Aunque otra cosa hiciera su ejemplo, por lo menos nos hace humillarnos y confundir la frente con el polvo; viendo lo mucho que han hecho los santos, no tendremos más remedio que avergonzarnos de lo poco que hemos hecho y que hacemos nosotros por Dios.

* De San Francisco de Asís escribía San Buenaventura que «el recuerdo de los santos como un montón de carbones encendidos, le levantaban un incendio divino en el alma». Con el fin de sacar mayor provecho o fruto posible de la lectura, conviene, en primer lugar, encomendarse a Dios antes de empezar, pidiéndole que ilumine nuestra mente sobre aquello que vamos a leer. Ya dije antes que el Señor mismo se digna hablarnos por medio de los libros espirituales; de ahí la conveniencia de invocarle al comenzar: Hablar, Señor, que vuestro escucha, porque quiere obedeceros en todo lo que le indiquéis ser Voluntad Vuestra. (*Esto es en primer lugar).

En segundo lugar, hay que leer, no para adquirir ciencia o por curiosidad, sino con intención de progresar en el amor de Dios. Leer para adquirir ciencia no es lectura espiritual; es un estudio que nada dice al alma. Pero todavía es más grave leer por mera afición, como hacen algunos que se dan a devorar libros, sin otro fin de terminarlos pronto y dar pasto a su curiosidad. ¿Qué provecho pueden esperar de tales lecturas? Todo el tiempo cumpliendo en ellas es tiempo perdido. Bien advertía San Gregorio «Hay muchos que leen y se quedan en ayuna», como si nada hubieran leído, porque han leído por pura curiosidad, y de eso reprendió el santo al médico Teodoro, porque al leer las Sagradas Escrituras lo hacía tan atropelladamente, que no podía sacar ninguna utilidad.

Para sacar provecho de los libros espirituales hay que leerlos pausadamente y con reflexión: «Alimenta tu alma, –aconseja Cesáreo– con los libros divinos». Pues si el alimento ha de aprovechar no basta tragarlo, hay que someterlo a la masticación; he ahí la tercera condición para sacar abundantes frutos de la lectura espiritual: hay que masticar o considerar despacio lo que se lee, haciendo las oportunas aplicaciones del santo a sí mismo. Y cuando se llega a un pasaje que impresiona más, –indica San Efrén– que se vuelva a leer.

Además, cuando en la lectura se recibe alguna luz especial, por alguna máxima o algún acto de virtud allí referido y se siente que aquello asimila el corazón conviene cerrar el libro, levantar el espíritu a Dios y tomar alguna resolución, o hacer algún acto fervoroso o una suplica ardiente a Dios; «Que la lectura deje paso al oración», –apunta San Bernardo–. Será muy buena cosa retirarse entonces a orar, mientras se sienta la influencia de aquel vivo sentimiento que nos conmovió imitemos a la abeja, que no se posa en la segunda flor mientras no ha libado toda la sustancia de la primera: no importa que se pase así todo el tiempo destinado a la lectura, porque de ordinario, suele ser para mayor provecho del espíritu; bien puede suceder que la lectura de un versículo deje más fruto que si se hubiese leído una pagina entera.

Conviene, antes de acabar la lectura, escoger de entre lo leído algún piadoso pensamiento para llevarlo consigo, como llevamos una flor al salir de un jardín donde nos hemos recreado unas horas con sus delicias.

MEDITACIÓN ENCUENTRO DE S. IGNACIO

Pretende llevar al hombre a la experiencia de la divinidad partiendo de la dimensión racional pensante del hombre religioso: se trata de hacerle razonar de modo intenso y afectuoso el contenido de su fe. No se trata de un uso teórico de la razón discursiva, que busca el “por qué” mediante una cadena de argumentos de orden filosófico. Tampoco pretende un empleo práctico de la razón propio de la ciencia, a la que interesa el “cómo” o el “para qué”. LA “razón meditativa” de S. Ignacio acepta los planos anteriores, pero busca un plano de verdad y de experiencia más alto, que puede conducir al orante a las propias raíces de su existencia.
En este plano, la mente del hombre religioso deja de manipular y estructurar datos, y se deja inundar por una realidad y una presencia superiores y transformantes. En la meditación ignaciana lo que importa es pensar de tal manera que nosotros mismos seamos los pensados. El hombre, que empieza razonando, termina percibiendo un plano superior al de su propio pensamiento activo: alguien piensa su vida y la potencia.
Así, sólo puede meditarse sobre aquellas realidades que nos sobrepasan: sobre el misterio de Dios o sus manifestaciones. En el caso de S. Ignacio, “objeto” de meditación puede ser el cosmos creado, la propia vida, la historia, y la suprema revelación de Dios, Jesucristo. Son hechos que remiten al misterio de Dios. La meditación de S. Ignacio se despliega en una escala de cuatro pasos o escaños:
a. Composición del lugar: parte del principio de que el hombre es un ser sentiente. Para iniciar el camino de su meditación, el orante ha de evocar y componer, recreándolo en su imaginación, el encuadre de una determinada escena – evangélica -. La meditación ignaciana penetra en lo sensible, en la historia y el recuerdo que se convierten en lugar de Dios y campo de manifestación de su misterio – especialmente en Jesús de Nazaret -. En este punto se dan divergencias entre la meditación cristiana y las técnicas de meditación orientales que prescinden de este nivel sensible y pretenden hacer del vacío el lugar de Dios. En la meditación ignaciana el orante ha de procurar que sus sentidos y potencias se concentren en la escena. La evocación se convierte en fuente de experiencia para el presente y el orante se vuelve actor de ella.
b. Discurso de la mente: El hombre es un ser racional, pensante. La meditación ignaciana no deja al margen el pensamiento. El orante, centrado en la escena, ha de pensar acerca de ella. Discurre, organiza y elabora los diversos aspectos del misterio manifestado allí para intentar descubrir su significado.
c. Participación del corazón: es el paso que el orante da cuando no puede resolver con el nudo pensamiento los enigmas que le plantea la manifestación del misterio de Dios. El orante advierte una ruptura de la razón, que se llega a descubrir insuficiente y no puede resolver los problemas que de verdad “importan”. Se intuye que pasada la frontera racional hay un espacio distinto de sentido. Ese espacio es el espacio del misterio en el cual el hombre es más bien pensado que pensador. Entonces se produce un primer paso de confianza y abandono al misterio y un segundo de ruptura racional en el cual ya no es posible interpretar racionalmente en perspectiva humana y hay que dejar que el misterio actúe de manera activa en la propia existencia.
d. Transformación de la voluntad: es el final de la oración. De la meditación emerge un nuevo estilo de voluntad. El hombre religioso busca en la oración el cambiar su voluntad y convertirse al misterio de Dios permitiendo que éste actúe en su vida y a través de ella en el mundo.
Se puede presentar también en un esquema tripartito práctico :







LA CONTEMPLACIÓN MEDITATIVA DE SAN IGNACIO
1. Preámbulo [EE 46]
1.1. Oración preparatoria
“La oración preparatoria es pedir gracia a Dios Nuestro Señor, para que todas mis intenciones, acciones y operaciones sean puramente ordenadas en servicio y alabanza de su divina majestad”.
1.2. Lectura atenta de un hecho evangélico (o pasaje bíblico) [EE 47]
1.3. Pedir el fruto de una buena oración [EE 48]
2. Meditación [EE 47]
2.1. Ver a las personas, como si uno estuviese allí. Ubicarse en la escena, paisaje, personaje, situación, movimientos, etc. (Composición del lugar)
2.2. Escuchar lo que dicen las personas, contemplar sus reacciones, imaginar qué diría y cómo reaccionaría el propio orante (Discurso de la mente)
2.3. Mirar qué hacen las personas, cómo reaccionarían. Meterse uno en la escena y contemplar sus propias reacciones, cómo actuaría, se comportaría: dejarse interpelar por el misterio contemplado en la propia vida (Participación cordial)
3. Conclusión [EE 50 a 54]
3.1. Hablar con las personas (Jesús, los apóstoles, María, otros personajes…)
3.2. Sacar un propósito concreto que pueda mover la voluntad (Transformación de la voluntad)
3.3. Hacer un examen acerca del transcurso de la oración (concentración, distracciones, aspectos importantes descubiertos, etc.) Se acaba rezando el Padre Nuestro.
Sánchez Nogales: José Luis: Filosofía y fenomenología de la religión. Pp.452-454

PROYECTO DE VIDA PARA EL AÑO Y PLAN DE DIOS


El proyecto de Dios está en las Escrituras: Jesús mismo es la revelación de Dios. Dios se muestra en Jesucristo y nos habla por su Palabra.
Jesucristo nos muestra el proyecto del Padre:
Las bienaventuranzas (Mt 5, 1-12)
Sal y Luz de la Tierra (Mt 5, 13-16)
Amar a todos por igual (Mt 5, 43-48)
Proclamen el Reino de Dios (Mt 10, 7-10)
¿Quién es el más importante? (Mt 18, 1-7)
Vayan también ustedes a mi viña (Mt 20, 1-7)
¿Qué talentos he recibido de Dios? ¿Qué he hecho con ellos? ¿Cómo puedo usar mis talentos de aquí en adelante? ¿Qué talentos tengo olvidados, escondidos, sin hacerlos producir? (Mt 25, 14-27)
Yo soy la vid (Jn 15, 1-5)
[Busca tus propias lecturas para reflexionar]

Yo te doy gracias, Señor, por invitarme a buscar tu proyecto de vida para mí…
Gracias por intentar encontrarme contigo en un proyecto común…
Gracias por señalarme algunas de tus prioridades…
Gracias, Señor, por…
Gracias, Señor, porque…

Perdón, Señor, por no aprovechar bien los talentos que he recibido de ti…
Perdón por no tomar consciencia de tantos talentos que he recibido sin desarrollarlos ni agradecerlos…
Perdón, Señor, por…
Perdón, Señor, porque…

Ayúdame, Señor, a programar mi año contigo, dejando actuar al Espíritu Santo que vive en mí…
Ayúdame a escoger un «lema» que me ayude a hacer y sentir lo que Tú harías y sentirías si estuvieras en mi lugar…
Ayúdame, Señor, a…
Ayúdame, Señor, para…
Ayúdame, Señor, porque…

Coloquio íntimo de oración personal

Oración: Búsqueda del «lema» para el año [También puede buscarse uno para cada mes del año que inicia, y una virtud para cultivar cada mes]
Hagan lo que Él les dice (Jn 2, 5)
Sed perfectos como mi Padre Celestial es perfecto (Mt 5, 48)
El pobre es Cristo (San Alberto Hurtado)
En todo amar y servir
[Busca tus propias alternativas para un lema. Busca, inventa o descubre tu propio lema o motivación para el año]
[Busca, inventa o descubre tu propio lema o motivación para tu vida]