lunes, 21 de agosto de 2017

El culto eucarístico nos une íntimamente con Cristo-Sacerdote




Esta consideración de los cuatro fines del sacrificio es sumamente práctica porque el alma, adorando a Dios, lo considera primero en su eternidad; luego mira al pasado, los beneficios recibidos, y da gracias, o los pecados cometidos para repararlos; finalmente, mira el futuro para pedir el auxilio divino.
Además, este culto eucarístico así concebido nos une íntimamente con Cristo-Sacerdote, con su adoración íntima y reparadora, con su intercesión y acción de gracias.

Cuatro fines tiene la Misa y son los siguientes:
1. Latréutico: darle culto as Dios, Creador de todas las cosas.
2. Propiciatorio: Aplacar a Dios para que no nos castigue.
3. Eucarístico: darle gracias a Dios por los beneficios recibidos.
4. Impetratorio: Pedir a Dios misericordia por vivos y difuntos.

Estos cuatros fines se contienen en esta cuarteta:
Con la Misa a Dios honramos (latréutico) y aplacamos su rigor (propiciatorio), con ella gracias le damos (eucarístico) y pedimos su favor. (impetratorio)

Culto eucarístico y perfección sacerdotal.
1. Adoración
Este culto de latría (adoración) se realiza por la digna celebración del sacrificio de la Misa, que debería celebrarse cada día con mayor fe, esperanza, caridad, devoción substancial, si no sensible. Se realiza también por la comunión eucarística, por la visita del Santísimo Sacramento, por la adoración reparadora, por la súplica y la acción de gracias.

2. Acción de gracias.
El segundo fin del sacrificio eucarístico es la acción de gracias por todos los beneficios divinos, esto es, por la creación y elevación del género humano al orden de la gracia y de la gloria, por la Encarnación redentora, por la institución misma de la Eucaristía y las gracias que de ella proceden, por las innumerables Misas y comuniones celebradas durante veinte siglos para confortamiento de las almas.

3. Reparación.
El tercer fin del sacrificio es la reparación por los pecados cometidos contra Dios y sacrilegios, perversísimos a veces, perpetrados por la inspiración del demonio; sólo Dios conoce la enormidad de ciertos sacrilegios, recuerdos vivos de la traición de Judas. Para reparar tales abominaciones se ha de celebrar santamente la Misa, y adorar la Eucaristía, públicamente expuesta.

4. Impetración.
El cuarto fin del sacrificio es la impetración a fin de alcanzar el auxilio divino, y las demás gracias necesarias para la salvación, máxime la de la perseverancia final que no es objeto de mérito, pero que puede obtenerse por la fuerza impetratoria de la oración, y principalmente de la suprema oración, contenida en la misma oblación de la Misa, en la que persiste “la intercesión de Cristo, vivo siempre para interceder por nosotros”. Debemos unirnos a su intercesión, así como a su adoración, reparación y acción de gracias; así aumenta infinitamente el valor de nuestros actos.

P. Reginald Garrigou-Lagrange OP: La santificación del Sacerdote

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